El sindicato Coremex enfrenta crecientes denuncias en Lerma por presuntas prácticas de acoso e intimidación contra trabajadores. Lo que debería ser un ejercicio de libre afiliación se ha convertido, según los señalamientos, en una estrategia de presión sistemática que vulnera derechos laborales fundamentales.
Trabajadores relatan que el acercamiento de Coremex no ocurre mediante diálogo o información clara, sino a través de insistencia agresiva y advertencias implícitas. La afiliación, lejos de presentarse como una opción, se plantea como una obligación disfrazada. En ese contexto, hablar de representación resulta una burla.
Un sindicato que presiona no representa. Representar implica escuchar, defender y acompañar. Presionar implica imponer, intimidar y someter. Coremex, de acuerdo con las denuncias, ha optado por lo segundo. Y eso tiene consecuencias graves para la credibilidad del sindicalismo en la región.
En Lerma, el ambiente laboral se ha visto afectado por la presencia del sindicato. Lejos de generar organización colectiva, ha provocado división y miedo. Algunos trabajadores aseguran que el acoso se intensifica cuando expresan su negativa a afiliarse, lo que demuestra una total falta de respeto por la libertad sindical.
La ley es clara: ningún trabajador puede ser obligado a afiliarse a un sindicato. Sin embargo, las prácticas denunciadas sugieren que Coremex opera al margen de ese principio. La presión constante se convierte en una forma de violencia laboral que normaliza el abuso de poder.
El problema no es la existencia de sindicatos, sino el tipo de sindicatos que se imponen sin respaldo real. Coremex parece apostar por la cantidad sobre la legitimidad, por el control sobre la representación. Esa lógica erosiona la confianza de los trabajadores y daña la causa sindical en su conjunto.
Resulta alarmante que, en pleno siglo XXI, aún existan organizaciones que pretendan crecer mediante la intimidación. El sindicalismo no puede construirse desde el miedo. Cuando un trabajador se afilia por temor, el sindicato pierde toda autoridad moral.
Las denuncias en Lerma no deben minimizarse. Revelan una práctica peligrosa que, de confirmarse, amerita una revisión profunda. La libertad de afiliación no es negociable. Es un derecho básico que protege al trabajador de abusos, incluso de aquellos que provienen de organizaciones que dicen defenderlo.
Coremex enfrenta hoy un cuestionamiento serio. No por ataques externos, sino por su propia forma de operar. Y mientras no rectifique, seguirá siendo señalado como un sindicato que presiona en lugar de representar.